sábado, 3 de diciembre de 2016

TRES CANTOS Y EL AGUA - CAPITULO III-I



Capitulo III - I.




El agua en Madrid pasando por Tres Cantos.

La historia de Tres Cantos está íntimamente ligada a la de Madrid, por múltiples circunstancias, pero fundamentalmente por el AGUA, que es el nexo de unión de los diferentes apartados de este trabajo.

Gran parte del agua que abastece Madrid, pasa por Tres Cantos y por supuesto Tres Cantos se abastece de agua del Canal de Isabel II, por eso queremos recoger aquí, el hecho histórico de la creación del Canal de Isabel II.

Se dice que el Canal de Isabel II es la empresa pública más antigua de España, aunque quepan discrepancias sobre lo que significa el término empresa, o sobre si resulta aplicable a alguna otra institución más antigua, lo cierto es que sigue prestando, sin interrupción alguna, sus servicios desde su fundación hasta la actualidad.

Es obligado dar unas pinceladas de lo que era Madrid en aquella época, la construcción de la primera presa sobre el Rio Lozoya, su estado actual y la odisea que supuso llevar el agua a Madrid y no lo olvidemos, pasando por Tres Cantos.

Comencemos por el principio, la localización del agua ha condicionado la mayor parte de los asentamientos humanos. La proximidad de un curso de agua que garantizase el suministro, ha sido factor decisivo a la hora de elegir el emplazamiento de una ciudad.
 
1-La Catedral 2- Seminario S.Carlos 3- Convento Carmelitas 4- Convento Carmelitos 5- Convento Dominicos 6- Hospital General

Madrid cuenta con un rio, mejor dicho, un aprendiz de rio, el Manzanares, pero éste apenas pudo cumplir su cometido de apagar la sed de sus habitantes, porque la situación del caserío, a gran altura respecto del rio y la temprana contaminación del agua, determinaron la búsqueda del agua por otros medios.

La ciudad de Madrid se asienta sobre terrenos que forman depósitos en los que se alternan capas de arena silícea, la llamada arena de miga, y suelos de arenas y arcillas más toscas. Es decir, que alternan capas permeables e impermeables, favoreciendo la circulación del agua entre estos depósitos, en diferentes zonas y niveles.

Como decimos, la villa poseía abundantes aguas que corrían por su subsuelo. Su propio nombre refleja esta condición, para algunos estudiosos, Madrid, proviene de Matrice que significa "Arroyo madre", otros lo asocian al termino árabe Ma^yrit, lugar donde abundan las aguas. En cualquier caso, fue en época posterior cuando se adoptó el termino mozárabe Matrit o Magerit del que se deriva Madrid.

Partiendo de esta premisa, hemos de resaltar, que hasta principios del siglo XVII, Madrid, mediante el rio Manzanares, siempre de escasas aguas,  y de algún que otro arroyuelo, se bastaba para abastecer de agua potable a su población. 

Por aquel entonces, los madrileños bebían las aguas subterráneas extraídas mediante un complejo sistema de pozos, minas y galerías. De esta manera el agua realizaba un viaje hasta su destino, los por esto llamados "viajes de aguas", de construcción musulmana, que consistían en canales soterrados de fábrica (de ladrillo o piedra), que captaban, drenaban y transportaban el agua hasta las numerosas fuentes públicas dispersas por todo el casco urbano.

La primera documentación que hace referencia a uno de estos viajes se remonta al Códice de los Fueros de Madrid de 1.202, en el que se menciona el “viaje de agua de San Pedro”.

Viaje de agua de Amaniel

Pero todo cambió cuando Felipe II decidió instalar la Corte en Madrid, y uno de los motivos que impulsaron a la casa de Austria a elegir este emplazamiento,  fue la excelencias de las aguas con las que contaba, de este modo lo que hasta entonces era Villa se convirtió en Capital y Corte del reino.

Este acontecimiento sucedía en 1.561, y la ciudad  no llegaba a las 15.000 almas, pero el rápido crecimiento de la población, cientos de cortesanos y sirvientes que arrastraba la corte consigo, pero sobre todo la falta de saneamiento,  dio al traste con la fama de sus aguas, y 40 años después se traslado de nuevo la corte a Valladolid.

Cinco años después, estamos a principios del siglo XVII, Felipe III decidió volver a Madrid y planteó un ambicioso plan de mejora del abastecimiento, iniciándose una actividad febril de apertura, construcción y reparación de “viajes de agua”, creándose incluso la figura de Juez de Aguas, siguiendo el ejemplo del Tribunal de las Aguas valenciano, para resolver los numerosos litigios que se producían.

La población aumentaba rápidamente, y ya a mediados del siglo XVII, la habitaban más de 58.000 madrileños, y la creciente demanda de agua obligaba a realizar constantes búsquedas de reservas. 
La técnica constructiva de los “viajes de agua” era muy sencilla. Las minas se dejaban sin revestir excepto cuando era preciso atravesar arena de miga, entonces era necesario revestirlas, se hacía con ladrillo o piedra, y su sección debía permitir el paso de una persona para su mantenimiento y limpieza. 

Capirote de la Dehesa de la Villa (en la actualidad)

De tramo en tramo se construían pozos de registro y aireación, pozos que se cubrían con grandes piedras llamadas “Capirotes”


El agua discurría por gravedad hasta pequeños depósitos subterráneos en la ciudad y de estos, llamados  “arcas”, partían las galerías de distribución que terminaban en las fuentes públicas.                          

A partir de estas fuentes públicas, eran los aguadores quienes transportaban el agua hasta las viviendas de las familias más acomodadas. En los barrios obreros y populares, las mujeres eran quienes más a menudo acudían a rellenar sus cántaros a las fuentes.


Fuente Publica (Calcografia Nacional)

Aguador

















La calidad de las aguas, como es de suponer, difería de  un “viaje” a otro, dependiendo de los terrenos por donde circulara. 

Todos hemos oído y algunos probado, las aguas “finas” o “ligeras”, que eran las que se podían beber, y las “gordas” que podían servir para cualquier otro uso.
Como anécdota, los madrileños las calificaban según su aptitud para cocer los garbanzos.

Ramon Mesonero Romanos

Los principales “viajes de aguas finas” eran el de la Fuente Castellana, Alto y Bajo Abroñigal, de Contreras, de Amaniel y del Alto y Bajo Retiro, entre otros.

Entre los de “aguas gordas” destacaban los del Prado de San Jerónimo, Caños de Leganitos, Caños del Peral, de los Caños Viejos y de Pajaritos.

A principios del siglo XIX el recurso del agua del subsuelo en Madrid, estaba prácticamente agotado, y ya Ramón Mesonero Romanos a mediados del siglo XIX denunciaba el porqué y el origen del problema, citamos literalmente sus palabras:

… sus árboles, arrasados por el hacha destructora, pasaron a formar los inmensos palacios y caseríos de la Corte (…) desterrada la humedad que atraían con sus frondosas copas para filtrarla después en la tierra, dejaron ejercer después su influjo a los rayos de un sol abrasador, que secando mas y mas aquellas fuentes perennes, convirtieron en desnudos arenales las que antes eran fértiles campiñas.
De aquí la falta de aguas en Madrid, de aquí la miseria y triste aspecto de su comarca, y de aquí finalmente el destemple actual de su clima”

En 1.850 Madrid todavía se surtía de agua por medio de estos viajes de agua”. El enorme crecimiento de la población y la mas que limitada eficacia del sistema, sumado a los pocos aportes de agua con que contaba la ciudad, especialmente durante el estío, hicieron urgente la necesidad de encontrar soluciones eficientes.

Como ya hemos citado, a mediados del siglo XIX, la capital contaba con 77  fuentes públicas con 128 caños. Estas eran utilizadas por la población y sobre todo, por 950 aguadores que repartían al día 663,50  reales fontaneros de dotación, el equivalente a 2.151 m³.

El real fontanero equivalía a 3.245 litros en 24 horas, es decir 135 litros a la hora o cien cubas diarias aproximadamente.

 
Una de las 77 fuentes públicas del Madrid del siglo XIX
Aunque hubo diferentes proyectos para abastecer de agua a Madrid, desde mediados del siglo XVIII, no sería hasta 1.848 cuando se aprobase un proyecto provisional de abastecimiento con aguas del río Lozoya.





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